Tuesday, July 21, 2009

PROHIBICIONES Y PALABRAS.

Felipe Sánchez Barría.


Hace un par de días atrás, durante esas conversaciones que son mas frecuentes de las que uno quisiera, me encontré discutiendo acerca de tabúes y prohibiciones. La discusión fue tomando varias aristas acerca de nuestra particular forma de entender estos conceptos, los que concluimos, eran sinonimos, aunque sin consensuar claramente el contenido particular de lo que significaban estas palabras; sin embargo, al menos nos acercamos a aceptar que tanto tabúes y prohibiciones son practicas o, en general, temas que son incomodos tratar, y que el transgreder la norma implícita que prohibe, puede traer consigo castigos sociales considerables.

Han pasado los días y gracias a nuevas lecturas (nuevas pero no tan profundas) he vuelto sobre lo mismo, tabúes y prohibiciones. Debo reconocer, no obstante, que aun no preciso el contenido del concepto, aunque podria utilizar un diccionario y todo sería mas facil, quiero evitar este ejercicio puesto que me he dado cuenta que todos tenemos una idea, quizas no tan facil de verbalizar, pero que aún así podemos comprender a que nos referimos. Ahora bien, el tema del tabú, como aquello que una sociedad ha marginado dentro de si misma, contituye una forma, en mi opinion, de reproducir un orden y/o mantener un status quo. En este sentido, el tabú tendría directa relación con una autoridad, con un poder.

Requerería de lecturas y reflexiones mucho mas produndas para referirme a ese poder o esos poderes, que regulan y establecen las dichas prohibiciones, ademas tampoco es el objetivo de este breve ensayo, al menos eso puedo establecer a este momento, cual no es el objetivo de lo que estoy escribiendo. Pero volviendo a la superflua reflexión sobre los tabúes, en mi opinión estas no tienen tanto que ver con las acciones que con las palabras, dicho de otro modo, da lo mismo lo que hagamos, lo que nos perturba es el decirlo, el contarlo.

El establecimiento de la sociedad disciplinaria trae consigo un cambio en las practicas judiciales, asi mismo que en el contenido de las leyes, es decir ya no se castiga de la misma forma ni los asi considerados faltas a la ley siguen siendo las mismas; pero mas profundo que eso, el objeto de la justicia ya no descansa en el hecho mismo, en el acto delictual; sino en el sujeto y en su potencialidad para cometer un delito. De este modo la sociedad panóptica ya espera que el hecho se consuma para castigar, sino que vigila para que estos sujetos potenciales delicuentes no comenta las dichas faltas. Es asi como Foucault justifica el surgimiento de instituciones policiacas y de normalización, como la escuela, los hospitales, las cárceles etc..

Así mismo, surge el poder de la palabra, de lo dicho mas que de lo hecho; es lo que se dice y lo que no se dice lo que se castiga o se premia. Por tanto el conocer, es un arma de doble filo, es mejor no saber algunas cosas, pues asi no podemos decirlo; es mejor saber algunos secretos pues tenemos poder sobre otros etc...de este modo la conducta transgresora o desviada no es la de aquel que lo practica en silencio, sino es aquel afán por contarlo. En este sentido cobra mas fuerza frases como: “...y lo cuenta todavía”; o “yo no lo contaría”; ambas frases no condenan un acto en especifico mas que el de la verbalización del acto. Por tanto, los tabúes no son practicas prohibidas sino temas prohibidos de hablar, es ese tema que nos pone incomodos a la hora de hablarlos, mas no de ejecutarlos, porque debemos reconocer que, al menos la mayoría nos causa placer.

Incluso frases como “que bueno que tengas la confianza de contarmelo”, ya indica la relevancia de lo dicho ante lo hecho, aunque lo hecho pueda ser abiertamente transgresora a las normas explicitas de una sociedad, lo que importa siempre son las palabras; es esa perturbadora obsesión por la confesión de un sujeto del que se sabe lo que ha hecho; es esa incomodida que le produce a una mujer maltratada o abusada de contar lo sucedido, que prefiere seguir siendo abusada antes de contarlo, por “verguenza·, como dicen. Es asi que las palabras estan fuera de las cosas, y al parecer estan por sobre las cosas y los hechos.

Aunque tambien es necesario reconocer que la formación de las prohibiciones, generan un mayor goce de la transgresión de la norma, mientras esta no se cuente. Aquél o aquella que “goza pa callao”, que la “hace piola”, ese que “se hace el hueón nomá”; son todos y todas los que saben que se esta transgrediendo el tabú, pero que aunque se conoce solo es en ese sustrato de la sociedad donde todos saben pero nadie cuenta nada, no porque tengan un deber moral de hacerlo o no, sino por el simple hecho de que también disfrutan siendo complice; asi como aquél que ve quien fue el asesino pero no lo encubre se vuelve cómplice y debe pagar también.

Tambien debo mencionar que esto mismo (ser cómplice con ese falso silencio), también contribuye a la formación de una sociedad hipocrita, por esto mismo cabe preguntarse cuales son los tabúes que aún nos dominan, pues de otro modo no podriamos explicar nuestra hipocresía, nuestra envidia al existoso, nuestra “chaquetería”.

En particular creo que en Chile, caun persiste el tabú del sexo. Hace un par de días atrás nos reíamos con unas amigas debido a la incomodidad que le producía a las personas llamar a los genitales por su nombre: pene y vagina, mas aún decir vagina cusaba mayor incomodidad que decir pene, gracioso pero observable. También esa incomodidad de decir homosexual, prefiriendo el “amanerao”, “fletito”, “mariconcito”, o en sus versiones despectivas: “maricon culiao”. Y aunque no tiene que ver con el sexo, pero siguiendo la logica hipocrita de nuestra sociedad, decir pobre nos es mas incomodo que decir “personas de escasos recursos”, “humildes” etc...

Nuestro propio vocabulario con una infinidad de nombres para denominar al pene (“pongale nombre al 8=D”), nos indica nuevamente esa preferencia por hacer parecer que nos tomamos las cosas con humor y decirlo todo de manera eufemistica o graciosa antes que de la manera que se considera correcta, pues decir las cosas como son, nos incomodad un poco. Siempre es mejor reirnos de nustra decadencia con el Coco Legrand, antes de escuchar a un extranjero que nos diga lo que somos en nuestra cara y “sin hueviar”.

Creo que eso también se debe el hecho tan patetico de aquél “seudodestape televisivo” de los ultimos años, es decir que nuestro humor gire en torno a tetas y culos no nos hace mas evolucionado o liberales, solo muestra lo pequeño de nuestro mundo, mientras hacen solo un par de años se estableció el divorcio; la pildora del día después sigue siendo tema de pelea en un congreso tan patetico y decadente como sus propios adherentes y detractores; el aborto ni que hablar; a más de alguno le incomoda todavía comprar condones en la farmacia. Somos hipócritas, pero aun así preferimos seguir siendo hipocritas y hacernos los huevones, total, todos participamos del engaño.